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Emmanuel González-Ortega

16/03/2023 - 12:02 am

Agricultura microplástica: Toxicidad a la carta

Los microplásticos se han detectado en el agua, sal, azúcar, miel, cerveza, peces y mariscos, verduras, legumbres y frutos.

Se cree que la contaminación por microplásticos en los suelos podría ser hasta 23 veces mayor a la existente en los ambientes marinos, que es donde más se ha medido la presencia de este tipo de plásticos. Las industrias deben dejar de producir agroquímicos con microplásticos. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro.

El plástico está presente en cada minuto de la vida actual. Eso se sabe. ¿Hasta qué grado estamos invadidos por plástico? Datos del 2019 indican que se produjeron 460 millones de toneladas de diferentes tipos de plásticos a nivel mundial. El origen de los plásticos sintéticos se remonta a inicios del siglo XX, y tuvo un desarrollo muy importante en la época de la Segunda Guerra Mundial, paralelo a los avances en la tecnología armamentística.

Debido a una boyante industria petrolera, al bajo costo para su producción, y a sus características fisicoquímicas, como su maleabilidad y ligereza, el uso de los plásticos –que son polímeros generados a través de reacciones químicas de compuestos derivados del petróleo- se afianzó y creció hasta convertirse en un problema ambiental y sanitario de proporciones dantescas: en 2019, a nivel global, se desecharon más de 30 millones de toneladas de plástico; la huella de carbono generada por la industria plástica en ese mismo año fue de 1,800 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (CO2 , etano y metano, principalmente).

Actualmente, el uso más común de los plásticos es en el empacado (aproximadamente 40 por ciento del total), pero también se usa muchísimo en la construcción, en la industria automotriz y para utensilios domésticos.

Además de su composición, de manera general, los plásticos que existen en el ambiente se clasifican por su tamaño como: macroplásticos (mayores a 25 milímetros), mesoplásticos (entre 25 y 5 mm), microplásticos (entre 5 mm y 0.1 micrómetros) y nanoplásticos (menores a 0.1 micrómetros). Para considerar las dimensiones mencionadas: 1 micrómetro, o micra, es la millonésima parte de un metro.

Los micro y nano plásticos son muy difíciles de detectar y se acumulan cada vez más en el ambiente; una fuente de ingestión de plásticos es a través de los alimentos, y para no variar, la agricultura industrial utiliza plásticos de manera desmedida: se utilizan para los invernaderos, en los contenedores de los productos agroquímicos, mangueras y aislantes térmicos, en el recubrimiento de las semillas y en los empaques de los productos para su traslado y venta al consumidor. Ante el calentamiento climático, se estima que para el 2030, la demanda de plástico usado para regular la temperatura en los campos de cultivo aumentará en 50 por ciento.

Un aspecto poco conocido sobre la contaminación generada por el plástico son los microplásticos. Se estima que la cantidad de microplásticos ingeridos por persona puede ser de hasta 52,000 microplásticos por año. Se han detectado en diferentes alimentos y productos: agua, sal de mesa, azúcar, miel, cerveza, peces y mariscos, verduras, legumbres y frutos (manzanas, peras, brócoli, lechuga, zanahorias). Como ejemplo, se han llegado a cuantificar 195,500 microplásticos por gramo de manzana o 189,500 por gramo de pera. Se considera que la cantidad de microplásticos detectados en los diferentes productos dependen del tiempo de vida de la planta, el tipo de raíz y las prácticas agrícolas realizadas. Dependiendo de su tamaño, dichos plásticos pueden entrar a las plantas por la raíz, las hojas, las flores, los frutos o las semillas.

De manera muy alarmante, las empresas que producen agroquímicos añaden microplásticos intencionalmente (poliolefina, cloruro de polivinilideno o poliuretano) en productos herbicidas y fertilizantes que se usan cotidianamente en la agricultura industrial. Los agroquímicos se encapsulan en esferas plásticas de tamaño microscópico, normalmente entre una y 50 micras (microencapsulación) de tamaño. Esta tecnología se promociona bajo los argumentos de la agricultura “climáticamente inteligente” y un uso “eficiente” de los recursos, al controlar la liberación de los herbicidas o fertilizantes a través de las esferas microplásticas que contienen los químicos.

Aunque no hay datos concretos, se cree que la contaminación por microplásticos en los suelos podría ser hasta 23 veces mayor a la existente en los ambientes marinos, que es donde más se ha medido la presencia de este tipo de plásticos. Solo para Europa, se estima que se añaden hasta 26,000 toneladas de microplásticos a herbicidas, fertilizantes y recubrimientos en semillas durante su fabricación. Adicionalmente, si se toma en consideración que en 2020 se usaron aproximadamente 3.5 millones de toneladas de herbicidas a nivel mundial, la contaminación por ambos productos derivados del petróleo es enorme.

También se comprobó que los microplásticos tienen el potencial de concentrar sustancias altamente tóxicas, como los contaminantes orgánicos persistentes, que son sustancias orgánicas que se degradan muy difícilmente y por lo tanto permanecen en el ambiente por mucho tiempo. Investigaciones científicas han encontrado que los microplásticos tienen distintos impactos en los suelos: se acumulan en las raíces de las plantas antes de que lleguen a las partes vegetales aéreas (hojas, flores y frutos); se encontró que los microplásticos impiden el desarrollo de las lombrices de tierra, que son actores importantísimos en regenerar los suelos, al bloquear el tracto digestivo de las lombrices. También se sabe que los microplásticos reaccionan con metales pesados tóxicos presentes en los suelos: se encontró mayor cantidad de Cadmio (un metal pesado) en hojas de trigo en las que el metal estaba asociado con el microplástico, en comparación con plantas en cuyo suelo había Cadmio, pero no microplásticos.

Respecto a los impactos en la salud, dado que aumenta la cantidad de microplásticos en el ambiente, éstos llegan al cuerpo provocando acumulación, depósito o inflamación de diferentes tejidos y, aunque se cree que un porcentaje de microplásticos se excretan, se han detectado en los pulmones, en el torrente sanguíneo, intestinos, cerebro y hasta en la leche materna. Investigaciones científicas han demostrado que algunos materiales empleados para la fabricación de diversos tipos de plásticos alteran al sistema endócrino y a muchas hormonas -proteínas que regulan el desarrollo y crecimiento de las personas-, principalmente de niñas y niños. Sustancias plastificantes tales como el cloruro de vinilo o el butadieno son cancerígenas, el benceno y fenol son mutagénicos. Recientemente se encontró que los microplásticos pueden atravesar la barrera placentaria.

Existe cada vez más evidencia de los peligros ambientales y de salud por la presencia de microplásticos en el ambiente, lo cual es una causa más que justificada para que se tomen medidas de prevención y protección, y que se detenga la producción, uso y liberación de microplásticos. Además, los riesgos aumentan significativamente cuando los microplásticos se utilizan como microcápsulas para controlar la liberación de herbicidas (algunos ya clasificados como cancerígenos) y fertilizantes que son aplicados directamente en la agricultura y por lo tanto llegan a nuestros alimentos en diferentes productos y cantidades.

Contrario a la narrativa de la industria, la liberación controlada de los agroquímicos aumenta la contaminación por productos derivados del petróleo, lo cual no disminuye los efectos del calentamiento global. Además, la falta de transparencia sobre la composición química exacta de los microplásticos presentes en el ambiente hace casi imposible determinar los riesgos y potenciales daños a la salud. Las industrias deben dejar de producir agroquímicos con microplásticos.

Emmanuel González-Ortega
Dr. en Biotecnología por la Universidad de Barcelona. Trayectoria en Biología Molecular, Bioseguridad de organismos genéticamente modificados, efectos sistémicos de la incidencia de las biotecnologías en la naturaleza, la sociedad y la cultura. Evaluación crítica de la pertinencia de las tecnologías.

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